miércoles, 2 de marzo de 2011

Expectativas.

Se me juntaron dos sueños en uno. El primero tenía que ver con que volvía a mi casa, esta casa, después de haberme mudado a Bahía Blanca, y cuando entraba, no entendía nada, porque no era mi casa, aunque estuviera en la misma dirección. El otro, más que sueño es un miedo que tuve siempre, supongo que a causa de que a mi infancia la acompañó Elsa Bornemann: llegar a mi casa, entrar, y que no fuera mi familia la que vivía allí, sino otra, que no podía entender como mierda tenía la llave de la casa.
El que sintetizó ambos, empezó en casa, directamente. Me levanté y bajé. En seguida, me sonrió un señor bajo y sonriente que me quiso saludar. No sé por qué esperaba que le contestara el saludo. Era igual a mi viejo, y él pensaba que era mi viejo, y esperaba que yo diera por entendido que era mi viejo, sin adn ni nada por el estilo. Para mí era un desconocido. Por eso me corrí cuando se acercó. Pasé por al lado suyo, abrí un vino y me puse a ver una película. Creo que acá a mi inconsciente se le hizo muy difícil: puedo llegar a comer cualquier cosa cuando me levanto. Después vinieron una serie de incongruencias, en las que yo no hacía lo que esperaban de mí, la casa no estaba hecha como yo esperaba, y las personas que vivían ahí (mi familia) se portaban con mucha más confianza de la que me parecía correcta. Sí, bueno, creo que nada que ver con los anteriores sueños.
El tema de las expectativas me empezó a parecer muy importante. Creo que el otro, y los otros, entran en consideración de uno por medio de las expectativas. Lo que otros esperan de mí, lo que yo espero de los otros, es clave para entender por qué hacemos lo que hacemos, cómo actuamos y vivimos juntos. Por eso, cumplir con las expectativas que tenemos por tener ciertos roles (dejar que un médico desconocido me examine cuando soy su paciente) o estamos en ciertos lugares (permanecer callado en un hospital) hace que nos podamos entender y llevar entre todos, de manera que muchas veces nos apropiamos de esas expectativas sociales y las hacemos metas personales: tengo que recibirme, espero casarme, vivir solo, tener hijos, tener plata, un departamento y un auto.
También nos permite hacer más ameno el día a día:  cuando estoy llegando a casa saco la llave que va a abrir mi casa. No me pregunto si realmente la va a abrir, si realmente es mi casa, simplemente lo hago y por suerte, todo funciona. Cuando me levanto bajo a desayunar, tomo algo en general caliente y como algo dulce, mientras leo el diario, porque eso es lo que todos esperan que haga (estén o no) y por lo tanto, lo que está "bien" hacer. No hace falta consultar todo cada vez que lo hacemos, la costumbre (y la expectativa de que ella se cumpla, en cosas tan básicas y sin sentido como tocar un botón en la puerta de una casa y que alguien salga a abrirte) funciona para la mayoría de las cosas que hacemos habitualmente
Jugar con esas expectativas es muy divertido, pero pueden traer muchos problemas. Darle a una persona x el asiento en el colectivo es algo inesperado, y cuando lo hacés, en general, te miran con desconfianza una vez que se dan cuenta de que no te vas a bajar, lo cual hace incómodo el ambiente en general. No cumplir con las expectativas incomoda no solo a quien lo sorprende lo inesperado, sino también al que actúa (incluso sabiéndolo) a contramano, con  sentimiento de culpa. La influencia de los otros se mete en la personalidad de uno, eso que creemos que es nuestro y que podemos controlar. 
Desconfiar de nuestras propias expectativas con las cosas, con las normas y con las otras personas se puede volver molesto para toda la situación, pero no deja de ser divertido para uno. Por ejemplo, pensar que somos Truman y que nuestra vida es un reality es productivo para nuestra creatividad, pero no recomendable para nuestra vida, ya que la paranoia nos volvería dementes. Sí, aceptemos que nuestros amigos son nuestros amigos porque sí, y no porque les pagan para que lo sean. Aceptemos y no nos preguntemos mucho por qué, cuando viene un auto negro con techo amarillo y una luz roja encendida, si le hago una seña, para y me lleva hasta donde yo diga.
Veo como algo muy positivo romper con las expectativas de vez en cuando. Muchas veces sorprende, marca diferencia y es visto como algo destacable. Otras veces, no hacer lo que se espera se pueden tornar negativo, produciendo aislamiento e incomprensión, se hagan de manera consciente o inconsciente. Sin embargo, como ejercicio, es muy bueno para desmitificar algunas normas y advertir muchas cosas que nosotros damos por sentado "porque son así", entender la estructura que las mantiene ahí y cuestionarnos para qué sirven, qué función cumplen. O simplemente para tenerlas un poco más en cuenta cuando hacemos algo. Pero es muy importante entender que 

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